10 de marzo de 2010

Soledad

Elige. Se contiene. Respira hondo. Trata de razonar. No le sale. La ansiedad es más punzante que su ímpetu racionalista. Elige de nuevo e incluso hace planes, que aplaca con los paños fríos del análisis mental. En semejante vorágine del yo, se da cuenta de que necesita hablar con X, pero que X no es una persona a la que se pueda acudir en situaciones así... Vuelve a cero. Y empieza de nuevo. Sola, como siempre.

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