28 de octubre de 2009

Frugalidades y el equilibrio universal

Encontrábame analizando la posibilidad de un nuevo post -y qué profundo tema tocar- cuando se cortó la luz.

Ya estoy bastante grande como para tenerle miedo a la oscuridad, pero el brusco cambio siempre me paraliza (supongo que no soy la única). Más allá de lo visual, lo que más me "afecta" es el sonido; todo se apaga de golpe, y así me quedo yo, aunque mi mente piensa "Concha, la computadora!". Si estoy en un día emo hasta puedo llegar a hacer, en un fracción de segundo, una analogía entre la muerte de los objetos y nuestro inexorable destino. Afortunadamente, la luz se corta con poca frecuencia, y rara vez coincide con un día bajón.

En fin, hace unos minutos, en la oscuridad de mi habitáculo, logré reconectar mente y cuerpo. Me levanté, apagué (redundante, ¿no?) un par de cosas y fui a buscar una vela. Giré sobre mis talones para agarrar el encendedor con el cual prenderla, cerré los ojos para que la llama no dañara mis frágiles órganos visuales (?), y, cuando los abrí... LA LUZ HABÍA VUELTO. En ese exacto milisegundo.

Así fue como, gracias a esta burda coincidencia, vuelvo a pensar en cuán sabio es el cosmos, y cómo le encanta cagarse de la risa en mi cara.

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